Cada vez que te vas me arrancas un pedazo.
Un pedazo de mi inocencia,
de mi ilusión,
de este profundo y sombrío querer,
que expresa un canto más que desolador.
No existen palabras, instantes ni promesas
que valgan y desangren
este inquieto corazón.
Ternura incesante,
amor correspondido,
remolino de utopías,
lujuria interminable,
un futuro juntos, incuestionable.
Aún así, terrible y misterioso sigue el devenir.
Este atormentado laberinto,
¿Es propio de ti o de una fantasía que en realidad quise convertir?
De antemano me excuso por mi insensatez,
por desear amarte sin un laberinto como devenir.
Respóndeme, o quizás estalle y me pierda en la embriaguez.
¿Son tus ojos el espejo de incertidumbre o de un gélido sentir?