I
Traga de una vez la cortina de humo
que tu orgullo sostiene,
pues esos zapatos rotos de cristal
en tu ventana te delatan.
Y la llama de la blanca rosa,
que no te atreves ni a tocar.
Aparenta ser fantástico,
pero este amor es más real que mis vicios.
Que estos miedos enraizados.
Que los fantasmas de mi pasado.
Finalmente aquél dolor de amor,
de amor ingrato y aparente,
le puso fin a mi ilusión.
Mi muso era más que demente.
Y para olvidarlo solo faltó decisión.
En fin,
en este poema no hablaré de él…
pues relataré mi nuevo amor
y las grandes hazañas hechas en su honor.
II
Me enamoré de la justicia
y a la virtud le juré lealtad.
Cazaré lo que reste de malicia,
para conseguir así mi ansiada libertad.
Crearé épicas historias,
pintaré el espejo de tu alma
en un lienzo de siniestras memorias.
Es hora de accionar los versos,
pues el poeta pronto ha de crear.
Ya que al fin encuentra su reflejo,
ahí donde las hadas vuelan en libertad.
Donde los árboles no tienen final,
y nunca falta algo para fumar.
Que esta noche se pierda la cordura,
si eso ha de inspirar mi corazón;
pues en el juego de la literatura,
la vivencia es menester y adicción.
Afirmo sin miedo tal conjetura,
con fin de combatir la alienación.
No tengo miedo a rimar mi aventura,
Pues es un desafío a mi creación.
Mi poesía no proclama una verdad,
Pues la fantasía no es desterrada.
Pero sí busco luz en tempestad.
Aunque use rima cruzada.
Critiquen mi oficio si así lo desean,
Mi horario lo crea esta imaginación.
Mi compromiso es transmitir sueños
y con palabras hacer música.
He tallado mi alma en versos locos y desahuciados.
Como las apresuradas hojas de otoño,
Que vuelan con una excentricidad inquebrantable.