Alicia corre buscando al conejo,
llora al perder su amigo en el camino viejo.
Encuentra el portal a su imaginario,
Ríe incesantemente,
rima con el canario,
Mientras baila en el polo de su euforia,
Hasta que el llanto le innunda la memoria.
Y muere ya al fin el pez de la cordura.
Mientras el duende repite: no llores dulzura.
Alicia se confunde con su corazón ambivalente,
Se pregunta si eso certifica que está demente.
Al dejar el llanto atrás,
Se fue volando al mundo del quizás.